Crecimiento espiritual, pérdida y el poder curativo de la compasión
Recuerdo un momento, justo antes de que me presentaran a la atención plena, cuando un evento de la vida me hizo darme cuenta de cuánto dolor llevaba en mi cuerpo, mente y corazón. Me sentí como si fuera uno de los heridos que caminan, por fuera me veía bien pero si pudieras ver lo profundo de mi corazón encontrarías un pozo profundo de tristeza. En ese momento me sentí desesperada e impotente para cambiar lo que estaba sucediendo en mi vida. Estaba pasando por la pérdida de mi padre, la preocupación por mi madre y la ira, el resentimiento, la culpa y la vergüenza sin resolver. Podría escribir un libro sobre cómo esta pérdida reabrió una herida que pensé que me había escondido hábilmente. Esta reapertura de la herida fue una parte necesaria del proceso de curación y crecimiento espiritual.
El crecimiento espiritual no se trata de ángeles cantando o del sol brillando sobre ti.
Nunca había experimentado tal caos y dolor. Quiero decir que fue desordenado, doloroso y, a veces, se sintió francamente horrible. He leído que la experiencia de crecimiento espiritual de otras personas es dichosa y llena de luz. ¡No es así para mí!
En cambio, a menudo me sentía como un pajarito, sin pelo, ciego y completamente expuesto. Sentí que no había ningún lugar al que pudiera ir para escapar del dolor. ¡A veces la tristeza era tan abrumadora que pensé que moriría por ella! No sabía en ese momento que estos sentimientos son una parte natural del crecimiento espiritual. El corazón se siente como si se estuviera abriendo y esto es necesario para que las defensas y los muros se caigan.
Romper el corazón es esencial para la curación y el crecimiento.
Vivir defendido es vivir en un mundo de reactividad, defensividad y creencias limitantes. Así es como vivía antes de esta pérdida. Caminaba enojado con mi padre por eventos pasados que nunca se resolvieron o sanaron. Había asumido su dolor / proyecciones y vivía encadenado a su imagen de mí. ¡No sabía quién era yo, porque durante tantos años había estado viviendo de acuerdo con su imagen de mí! Entonces, cuando murió, mi razón para aferrarme a la ira, murió con él. De repente, no supe quién era. Me sentí perdido, solo y sobre todo herido.
La curación es un acto de amor propio ...
Me tomó meses llorar, liberar la ira, abrirme a la compasión, meditar y escribir cartas de despedida para salir de debajo de los años de dolor y resentimiento que llevaba en mi cuerpo, mente y corazón. La meditación y la práctica de la autocompasión fueron esenciales para mi curación y crecimiento espiritual.
Las lecciones más valiosas aprendidas de esta experiencia fueron las siguientes:
- Aferrarse al resentimiento te impide vivir. Bloquea la compasión, que es lo que nos ayuda a sanarnos y a estar conectados con la vida y entre nosotros.
- Todos estamos heridos de una forma u otra. La libertad para vivir y amar llega cuando reconocemos que aunque nuestras situaciones dolorosas son diferentes, el sentimiento de sufrimiento es el mismo.
- Que necesitamos conexión. Y ese resentimiento se acumula cuando no se satisface esta necesidad biológica y esencial.
- Que necesitamos amarnos y aceptarnos a nosotros mismos tal como somos, porque cuando lo hacemos, permite que suceda la curación y el crecimiento.
- Ese perdón no es algo que puedas forzar a que suceda. Cuando y si lo hace, nos abre a ver el dolor de los demás y permite que la compasión florezca en el espacio entre nosotros, ellos y la vida.
Puede que mi camino no sea el tuyo. Todos lidiamos con la pérdida de manera diferente, ¡esa es la parte complicada! Mi esperanza es hacerle saber que no está solo, que todos, de alguna manera, experimentamos dolor y que lo que nos ayuda a sanar es abrirnos al dolor en presencia de la compasión.
Que estés bien ...
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